Habíamos concertado una entrevista. Fue en sueños. Pero muy real. El sueño es para él un lugar donde vive las realidades. Y algo así me pasa a mí.
Me recibió con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba radiante por la acogida del pueblo americano a su reliquia, en realidad, a su persona y a su espíritu. El pueblo siempre tiene memoria histórica y recuerda a tantos de la Familia Salesiana que dieron lo mejor de sí mismos para que ellos fueran mejor, vivieran mejor y fueran lo mejorcito del lugar.
1.-Don Bosco, ¿por qué ha querido venir a América?
-Tenía enormes ganas de encontrarme con tantísimos que había visto en sueños. Estáis, en mi corazón y sé que estoy en el vuestro. El encuentro me hace dar saltos de alegría. Veo mucha vida, mucho calor, mucha autenticidad en las gentes sencillas. Lo esperado.
Quisiera encontrar a todos. También a los que no conozco y no me conocen. Y si son jóvenes, ya sabéis la música: “me basta que seáis jóvenes para que os quiera”.
2.- ¿Qué le está produciendo mayor satisfacción?
-El ver a tantísimos jóvenes irradiando en sus rostros enorme alegría o al menos mucha esperanza. Qué campo tan rico y con cuántas posibilidades. Qué jardín tan maravilloso si hubiera muchos más jardineros. Mi encuentro, como ves, es un poco agridulce. ¡Qué vitalidad tiene este continente.
¡Menudo campo salesiano! Miro al futuro y me convenzo de que seremos más, nos comprometeremos más y veremos mejores frutos aún. Esta esperanza me llena de consuelo y gozo.
3.- ¿No formamos ya una numerosa Familia Salesiana que vive su misión con tanta pasión como su Fundador?
-Sí, es numerosa, y hace mucho. Muchísimo. Pero es totalmente insuficiente. Y cómo me duele que los millones de jóvenes no tengan buenos pastores y mejores pastos. Veo que es un momento clave en la historia americana: existe en los jóvenes una predisposición, una religiosidad y unas aspiraciones, que me hace sufrir el pensar que nuestra Familia no esté a la altura del número, de las necesidades y de las posibilidades.
Por una parte me hace soñar en grandes realidades futuras y por otra parte las realidades que existen me quitan el sueño. Sería una pena que se perdieran tantas energías y tantas posibilidades. Habría que emplear todas las fuerzas y recursos para hacer de estos jóvenes los nuevos evangelizadores del mundo. Pero ¿quién y cómo hace esta tarea?
4.- ¿Se podría entender un cierto pesar por algún fallo por parte de la Familia con respecto a los jóvenes.
-Reconozco lo bueno, lo heroico a veces, que se hace. Pero no puedo menos de sufrir por lo que percibo como un cierto acomodo a estructuras y cosas ya hechas. A caminos trillados, que no llevan lejos y entusiasman poco.
Echo en falta más actitudes de audacia misionera, ardor, pasión, creatividad, ¡temeridad!, para responder a intereses, necesidades y posibilidades. ¡Qué bien sonaría nuestra música si toda la Familia apostara decidida e inequívocamente por los jóvenes más necesitados y que no se justificara con “ también tenemos presencias en ambientes marginados y con jóvenes en riesgo…”.
5.-Hable, hable, que todos quieren oír su verdad, que sin duda será próxima a lo que conocemos y vivimos.
-Sí, por la formación recibida, por el ambiente, por la falta de orientadores y líderes eclesiales, no veo brillar todo el espíritu emprendedor que nace del fuego vocacional. Se hacen muchas y buenas cosas pero quiero más, los jóvenes necesitan más, mucho más. Si no pudiéramos, bueno pero sí, claro que podemos. Cada uno podemos algo más. Deberíamos levantarnos cada mañana con espíritu de fundador. Algo ayudaría el que los que trabajan en ambientes más “nuestros”, de frontera, tuvieran más presencia y voz a la hora de las opciones.
6.-Está usted diciendo lo que muchos hace tiempo repiten ¿qué pasa, pues?
-No hay que enjaular al espíritu. El Espíritu de Dios y el espíritu misionero se deben colar por las rendijas como en Pentecostés. Ni jaulas ni urnas. El amor es difusivo. El corazón se dilata. También dilata las ideas, perspectivas y opciones. El pecho no es la urna del corazón, es un cenáculo, que explota de amor y se expande.
Educar y evangelizar es asunto del corazón. No depende de reglamentos, órdenes, ideologías ni buenos deseos.
En nosotros, los que de verdad deben mandar son los jóvenes más necesitados. Lo que nos aparte de ellos, aunque parezca oro puro o Biblia santa, no es voluntad de Dios ni es la mejor respuesta a los jóvenes.
La solidaridad es valor humano. La caridad, valor cristiano. “Misionar”, mandato de Cristo y exigencia de la realidad. Prepararse es responsabilidad. Enviar…¡nos envía el espíritu! Él nos habla y grita desde el altavoz de las necesidades y de las posibilidades de los jóvenes y las clases populares.
7.-Mantiene usted muy bien el ardor de los años oratorianos que tanto han influido en nuestras vidas.
-¡Creatividad, creatividad…! El amor es ingenioso, creativo y exigente. Dios nos habla a través de mil cosas: las miradas perdidas, las manos en los bolsillos, los rostros endurecidos, la ignorancia, la violencia y hasta de la blasfemia contra Dios porque no encuentran a sus hijos solidarios con su angustia y desesperación.
8.-Y eso, don Bosco, nos exige…
-Si Dios nos habla a través de mil cosas y situaciones, quiere decir que hay que ingeniarse de mil maneras para atender esas situaciones y necesidades. No se debe pescar en peceras. Ni hacer una pastoral de mantenimiento, menos aún de entretenimiento, de las ovejas y de los pastores.
Nos exige un poco más de pasión y urgencias. Mayor confianza en Dios, en la calidad del mensaje cristiano, en el carisma, en los evangelizadores, en los jóvenes, capaces de las mayores debilidades y delitos, pero también de los mayores heroísmos. La Congregación nació de jóvenes oratorianos, no de seminaristas ni de jóvenes instalados y satisfechos.
9.-¿Ha sentido ganas de escribir alguna carta como aquella de Roma del 1884, donde usted vierte fuerza, dulzura y lágrimas por la mala marcha de algunas cosas…?
-Sí y no. Ganas, sí, pero pienso que todo está dicho: por mí, por los Capítulos, por los superiores y por los muchos profetas y testigos que tenemos en la Familia. No voy a escribir otra carta pero sí recomiendo muy vivamente que se medite, se dialogue y se emprendan soluciones. Yo no reñiría ni condenaría pero sí expresaría mi dolor y mi confianza. Y tendría –tengo ahora-palabras de confianza y aliento. No lo siento por mí sino por los jóvenes pues sus necesidades son nuestras exigencias.
10.-Siempre se pone del lado de los jóvenes ¿cree que a todos le parece bien?
-Sí, creo que a todos. A nuestra Familia, porque tiene las cosas muy claras y son todos vocacionados y a los jóvenes porque tienen sentido común y grandes intereses en que los adultos estemos a la altura de nuestras posibilidades, que son también responsabilidades.
Nosotros tenemos la confesión-reconciliación para las debilidades y Dios nos perdona, pero los jóvenes tienen tantas debilidades y carencias…; quizás ellos no pueden perdonarnos muchos fallos nuestros.
Todos tenemos nuestros derechos y muchas razones para justificar posturas…Los jóvenes tienen derecho a recibir de lo que tenemos y debemos darles, y tienen la obligación de exigirnos por amor. Exigirnos es mucho más productivo que perdonarnos. ¡Todo lo nuestro es suyo! Y todo lo suyo… ¡nuestro!
10.-Veo don Bosco que Usted habla más de Familia Salesiana que de los salesianos consagrados…
-¡Naturalmente! Consagrarse a Dios en los jóvenes y a los jóvenes en Dios, no es asunto de votos ni de Reglas, es asunto de fe y corazón. Y está claro que son muchos más los laicos que se identifican con nuestro carisma que los religiosos. Y a veces lo encarnan con más ardor y dedicación.
Cada uno vive el carisma y la responsabilidad desde su estado y situación. Nadie es más que otros. Y me hace sufrir el que alguien se crea propietario del carisma o del auténtico espíritu que decís
“de don Bosco”. No quiero que mi Familia se pelee por la “herencia”. Es hacer lo contrario de lo que yo pretendí. Es hacer lo que el Mal siempre intenta lograr: inocular su veneno de división, de competencias y rivalidades.
11.-Y aquí Usted aprieta, se le nota como decepcionado y hasta herido.
-Pues, te diré claramente que sí. La pedagogía del adulto es la sinceridad. Mamá Margarita, el Evangelio y la vida me han enseñado que la fortaleza, la sinceridad y la ternura forman un trío muy armonioso. Nos jugamos mucho con el asunto Familia. Los jóvenes deben pedirnos cuentas: Son los más débiles del Hogar.
Sí, lamento mucho la falta de unión, o de más unión. Percibo dispersión y una cierta falta de radicalidad en la vivencia del carisma; no se destaca por la cercanía, el afecto y la buena coordinación.
Formamos una empresa familiar: la salvación de la juventud. Salvémosla esta empresa por todos los medios, quizás sea también la forma de salvarnos nosotros. Más que la perversión, nos amenaza la degeneración, la infravaloración o la inconsciencia.
Puesto que sabemos, queremos y podemos, es obligado hacer más.
12.-Usted siempre ha vivido la realidad eclesial y nos ha repetido que el carisma, suscitado por el Espíritu, es dado a la Iglesia entera.
-Convencidísimo de la doctrina y convencidísimo de la urgencia de que se viva así. Y de que aparezca así.
Algunos sólo navegan en bañeras o pilas de agua bendita. Ni la Iglesia parece entrar en la vida de muchos, ni la riqueza de nuestras obras se proyecta suficientemente a la Iglesia y la sociedad.
Veo demasiados protagonismos y torres de marfil inexpugnables.
¿Cómo olvidar que nuestra familia es el grupo de Iglesia más numeroso, y en la práctica debería ser el más preparado y comprometido con la promoción-educación-evangelización de los jóvenes? Si no acertamos, la iglesia y la sociedad se resienten también. Si nuestro carisma no trabaja a pleno rendimiento, nos pedirán cuentas, con justicia.
13.-Su amor de padre y su pasión por los jóvenes, le inspiran muchos mensajes a nuestra gran Familia. Seguro que querría hablar a cada uno personalmente…Aproveche para decirnos lo que tiene ahora más a flor de piel?
-Muy brevemente, dejaría casi como testamento, lo que veo como mayores urgencias:
1.-Convivir y compartir mucho más la vida con los jóvenes más pobres y abandonados allí donde están.
2.-Hacer lo imposible por crear o potenciar los mejores vínculos para que la Familia Salesiana viva unida, sea lo más misionera posible y haya mutuo enriquecimiento.
3.-Integrarse decidida e inequívocamente a la Iglesia y a la sociedad saliendo de nuestros ambientes, vistos a menudo como ghetos. Nuestro potencial de Familia debe irradiar con luz meridiana, y ser fermento, en la Iglesia y la sociedad.
4.-Vivir y potenciar al máximo la espiritualidad de lo cotidiano, renunciando a tantas fórmulas monacales. De “nuestros” jóvenes deben surgir –desde esta espiritualidad- los mejores laicos y los mejores apóstoles de la juventud.
5.-Preparar a los mejores de la Familia para los retos y posibilidades del mundo de la Comunicación Social donde se da la lucha por ganarse a la juventud. Ahí deberíamos ser los campeones. Y los jóvenes, corresponsables con nosotros, serían también nuestros salvadores.
6.-Apostar valientemente por el sistema preventivo, a la base de una pedagogía y pastoral liberadoras. Su motivación está en Cristo y en la búsqueda de la salvación, la verdadera, la grande, la total, la definitiva.
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Don Bosco, muchísimas gracias. Sigue usted con sueños que son al mismo tiempo fotografías, mensajes y propuestas de vida para el futuro.
Una cosa es la realidad y otra los sueños, cierto. Pero ¿qué realidad se puede crear sin sueños?
¿ y qué sueños se pueden cultivar sin abrazar la realidad para cambiarla?
Sus sueños son nuestros sueños, que como el viento, el sol y el agua, son libres y no tienen patrias ni carnets de identidad. Nuestra patria es la juventud. Nuestros sueños, como los de usted y los de la mayoría de jóvenes. ¡Maravilloso, don Bosco, maravilloso! Nuevamente muchas gracias.
Me recibió con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba radiante por la acogida del pueblo americano a su reliquia, en realidad, a su persona y a su espíritu. El pueblo siempre tiene memoria histórica y recuerda a tantos de la Familia Salesiana que dieron lo mejor de sí mismos para que ellos fueran mejor, vivieran mejor y fueran lo mejorcito del lugar.
1.-Don Bosco, ¿por qué ha querido venir a América?
-Tenía enormes ganas de encontrarme con tantísimos que había visto en sueños. Estáis, en mi corazón y sé que estoy en el vuestro. El encuentro me hace dar saltos de alegría. Veo mucha vida, mucho calor, mucha autenticidad en las gentes sencillas. Lo esperado.
Quisiera encontrar a todos. También a los que no conozco y no me conocen. Y si son jóvenes, ya sabéis la música: “me basta que seáis jóvenes para que os quiera”.
2.- ¿Qué le está produciendo mayor satisfacción?
-El ver a tantísimos jóvenes irradiando en sus rostros enorme alegría o al menos mucha esperanza. Qué campo tan rico y con cuántas posibilidades. Qué jardín tan maravilloso si hubiera muchos más jardineros. Mi encuentro, como ves, es un poco agridulce. ¡Qué vitalidad tiene este continente.
¡Menudo campo salesiano! Miro al futuro y me convenzo de que seremos más, nos comprometeremos más y veremos mejores frutos aún. Esta esperanza me llena de consuelo y gozo.
3.- ¿No formamos ya una numerosa Familia Salesiana que vive su misión con tanta pasión como su Fundador?
-Sí, es numerosa, y hace mucho. Muchísimo. Pero es totalmente insuficiente. Y cómo me duele que los millones de jóvenes no tengan buenos pastores y mejores pastos. Veo que es un momento clave en la historia americana: existe en los jóvenes una predisposición, una religiosidad y unas aspiraciones, que me hace sufrir el pensar que nuestra Familia no esté a la altura del número, de las necesidades y de las posibilidades.
Por una parte me hace soñar en grandes realidades futuras y por otra parte las realidades que existen me quitan el sueño. Sería una pena que se perdieran tantas energías y tantas posibilidades. Habría que emplear todas las fuerzas y recursos para hacer de estos jóvenes los nuevos evangelizadores del mundo. Pero ¿quién y cómo hace esta tarea?
4.- ¿Se podría entender un cierto pesar por algún fallo por parte de la Familia con respecto a los jóvenes.
-Reconozco lo bueno, lo heroico a veces, que se hace. Pero no puedo menos de sufrir por lo que percibo como un cierto acomodo a estructuras y cosas ya hechas. A caminos trillados, que no llevan lejos y entusiasman poco.
Echo en falta más actitudes de audacia misionera, ardor, pasión, creatividad, ¡temeridad!, para responder a intereses, necesidades y posibilidades. ¡Qué bien sonaría nuestra música si toda la Familia apostara decidida e inequívocamente por los jóvenes más necesitados y que no se justificara con “ también tenemos presencias en ambientes marginados y con jóvenes en riesgo…”.
5.-Hable, hable, que todos quieren oír su verdad, que sin duda será próxima a lo que conocemos y vivimos.
-Sí, por la formación recibida, por el ambiente, por la falta de orientadores y líderes eclesiales, no veo brillar todo el espíritu emprendedor que nace del fuego vocacional. Se hacen muchas y buenas cosas pero quiero más, los jóvenes necesitan más, mucho más. Si no pudiéramos, bueno pero sí, claro que podemos. Cada uno podemos algo más. Deberíamos levantarnos cada mañana con espíritu de fundador. Algo ayudaría el que los que trabajan en ambientes más “nuestros”, de frontera, tuvieran más presencia y voz a la hora de las opciones.
6.-Está usted diciendo lo que muchos hace tiempo repiten ¿qué pasa, pues?
-No hay que enjaular al espíritu. El Espíritu de Dios y el espíritu misionero se deben colar por las rendijas como en Pentecostés. Ni jaulas ni urnas. El amor es difusivo. El corazón se dilata. También dilata las ideas, perspectivas y opciones. El pecho no es la urna del corazón, es un cenáculo, que explota de amor y se expande.
Educar y evangelizar es asunto del corazón. No depende de reglamentos, órdenes, ideologías ni buenos deseos.
En nosotros, los que de verdad deben mandar son los jóvenes más necesitados. Lo que nos aparte de ellos, aunque parezca oro puro o Biblia santa, no es voluntad de Dios ni es la mejor respuesta a los jóvenes.
La solidaridad es valor humano. La caridad, valor cristiano. “Misionar”, mandato de Cristo y exigencia de la realidad. Prepararse es responsabilidad. Enviar…¡nos envía el espíritu! Él nos habla y grita desde el altavoz de las necesidades y de las posibilidades de los jóvenes y las clases populares.
7.-Mantiene usted muy bien el ardor de los años oratorianos que tanto han influido en nuestras vidas.
-¡Creatividad, creatividad…! El amor es ingenioso, creativo y exigente. Dios nos habla a través de mil cosas: las miradas perdidas, las manos en los bolsillos, los rostros endurecidos, la ignorancia, la violencia y hasta de la blasfemia contra Dios porque no encuentran a sus hijos solidarios con su angustia y desesperación.
8.-Y eso, don Bosco, nos exige…
-Si Dios nos habla a través de mil cosas y situaciones, quiere decir que hay que ingeniarse de mil maneras para atender esas situaciones y necesidades. No se debe pescar en peceras. Ni hacer una pastoral de mantenimiento, menos aún de entretenimiento, de las ovejas y de los pastores.
Nos exige un poco más de pasión y urgencias. Mayor confianza en Dios, en la calidad del mensaje cristiano, en el carisma, en los evangelizadores, en los jóvenes, capaces de las mayores debilidades y delitos, pero también de los mayores heroísmos. La Congregación nació de jóvenes oratorianos, no de seminaristas ni de jóvenes instalados y satisfechos.
9.-¿Ha sentido ganas de escribir alguna carta como aquella de Roma del 1884, donde usted vierte fuerza, dulzura y lágrimas por la mala marcha de algunas cosas…?
-Sí y no. Ganas, sí, pero pienso que todo está dicho: por mí, por los Capítulos, por los superiores y por los muchos profetas y testigos que tenemos en la Familia. No voy a escribir otra carta pero sí recomiendo muy vivamente que se medite, se dialogue y se emprendan soluciones. Yo no reñiría ni condenaría pero sí expresaría mi dolor y mi confianza. Y tendría –tengo ahora-palabras de confianza y aliento. No lo siento por mí sino por los jóvenes pues sus necesidades son nuestras exigencias.
10.-Siempre se pone del lado de los jóvenes ¿cree que a todos le parece bien?
-Sí, creo que a todos. A nuestra Familia, porque tiene las cosas muy claras y son todos vocacionados y a los jóvenes porque tienen sentido común y grandes intereses en que los adultos estemos a la altura de nuestras posibilidades, que son también responsabilidades.
Nosotros tenemos la confesión-reconciliación para las debilidades y Dios nos perdona, pero los jóvenes tienen tantas debilidades y carencias…; quizás ellos no pueden perdonarnos muchos fallos nuestros.
Todos tenemos nuestros derechos y muchas razones para justificar posturas…Los jóvenes tienen derecho a recibir de lo que tenemos y debemos darles, y tienen la obligación de exigirnos por amor. Exigirnos es mucho más productivo que perdonarnos. ¡Todo lo nuestro es suyo! Y todo lo suyo… ¡nuestro!
10.-Veo don Bosco que Usted habla más de Familia Salesiana que de los salesianos consagrados…
-¡Naturalmente! Consagrarse a Dios en los jóvenes y a los jóvenes en Dios, no es asunto de votos ni de Reglas, es asunto de fe y corazón. Y está claro que son muchos más los laicos que se identifican con nuestro carisma que los religiosos. Y a veces lo encarnan con más ardor y dedicación.
Cada uno vive el carisma y la responsabilidad desde su estado y situación. Nadie es más que otros. Y me hace sufrir el que alguien se crea propietario del carisma o del auténtico espíritu que decís
“de don Bosco”. No quiero que mi Familia se pelee por la “herencia”. Es hacer lo contrario de lo que yo pretendí. Es hacer lo que el Mal siempre intenta lograr: inocular su veneno de división, de competencias y rivalidades.
11.-Y aquí Usted aprieta, se le nota como decepcionado y hasta herido.
-Pues, te diré claramente que sí. La pedagogía del adulto es la sinceridad. Mamá Margarita, el Evangelio y la vida me han enseñado que la fortaleza, la sinceridad y la ternura forman un trío muy armonioso. Nos jugamos mucho con el asunto Familia. Los jóvenes deben pedirnos cuentas: Son los más débiles del Hogar.
Sí, lamento mucho la falta de unión, o de más unión. Percibo dispersión y una cierta falta de radicalidad en la vivencia del carisma; no se destaca por la cercanía, el afecto y la buena coordinación.
Formamos una empresa familiar: la salvación de la juventud. Salvémosla esta empresa por todos los medios, quizás sea también la forma de salvarnos nosotros. Más que la perversión, nos amenaza la degeneración, la infravaloración o la inconsciencia.
Puesto que sabemos, queremos y podemos, es obligado hacer más.
12.-Usted siempre ha vivido la realidad eclesial y nos ha repetido que el carisma, suscitado por el Espíritu, es dado a la Iglesia entera.
-Convencidísimo de la doctrina y convencidísimo de la urgencia de que se viva así. Y de que aparezca así.
Algunos sólo navegan en bañeras o pilas de agua bendita. Ni la Iglesia parece entrar en la vida de muchos, ni la riqueza de nuestras obras se proyecta suficientemente a la Iglesia y la sociedad.
Veo demasiados protagonismos y torres de marfil inexpugnables.
¿Cómo olvidar que nuestra familia es el grupo de Iglesia más numeroso, y en la práctica debería ser el más preparado y comprometido con la promoción-educación-evangelización de los jóvenes? Si no acertamos, la iglesia y la sociedad se resienten también. Si nuestro carisma no trabaja a pleno rendimiento, nos pedirán cuentas, con justicia.
13.-Su amor de padre y su pasión por los jóvenes, le inspiran muchos mensajes a nuestra gran Familia. Seguro que querría hablar a cada uno personalmente…Aproveche para decirnos lo que tiene ahora más a flor de piel?
-Muy brevemente, dejaría casi como testamento, lo que veo como mayores urgencias:
1.-Convivir y compartir mucho más la vida con los jóvenes más pobres y abandonados allí donde están.
2.-Hacer lo imposible por crear o potenciar los mejores vínculos para que la Familia Salesiana viva unida, sea lo más misionera posible y haya mutuo enriquecimiento.
3.-Integrarse decidida e inequívocamente a la Iglesia y a la sociedad saliendo de nuestros ambientes, vistos a menudo como ghetos. Nuestro potencial de Familia debe irradiar con luz meridiana, y ser fermento, en la Iglesia y la sociedad.
4.-Vivir y potenciar al máximo la espiritualidad de lo cotidiano, renunciando a tantas fórmulas monacales. De “nuestros” jóvenes deben surgir –desde esta espiritualidad- los mejores laicos y los mejores apóstoles de la juventud.
5.-Preparar a los mejores de la Familia para los retos y posibilidades del mundo de la Comunicación Social donde se da la lucha por ganarse a la juventud. Ahí deberíamos ser los campeones. Y los jóvenes, corresponsables con nosotros, serían también nuestros salvadores.
6.-Apostar valientemente por el sistema preventivo, a la base de una pedagogía y pastoral liberadoras. Su motivación está en Cristo y en la búsqueda de la salvación, la verdadera, la grande, la total, la definitiva.
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Don Bosco, muchísimas gracias. Sigue usted con sueños que son al mismo tiempo fotografías, mensajes y propuestas de vida para el futuro.
Una cosa es la realidad y otra los sueños, cierto. Pero ¿qué realidad se puede crear sin sueños?
¿ y qué sueños se pueden cultivar sin abrazar la realidad para cambiarla?
Sus sueños son nuestros sueños, que como el viento, el sol y el agua, son libres y no tienen patrias ni carnets de identidad. Nuestra patria es la juventud. Nuestros sueños, como los de usted y los de la mayoría de jóvenes. ¡Maravilloso, don Bosco, maravilloso! Nuevamente muchas gracias.
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